martes, 27 de septiembre de 2016



En el último piso del Titanic, yo afirmaba la reja y tiraba de la cerradura, un ruido sordo y ellos seguían tomando chela en el ágora. Las luces de la Remodelación nos envolvían de a poco mientras subíamos a paso sigiloso, algunas veces con los demás, para ser absorbidos por la noche y las primeras veces por el frío. Se escuchaba la música constante del huerto y el griterío de las pircas. Algunas veces había una banca justo en el centro, rodeada de infinitas piedras y por las ventanas de la Fen. A lo lejos, hacia Bustamante; "Y hoy, por qué no?" brillaba en sus colores y la botella nos ofrecía dos copas de neón. Más allá, como un paraguas gigante, una medusa o simplemente como un dildo, en su magnitud y su tosquedad, el Costanera se imponía por sobre los edificios de providencia. Al otro lado, en realidad, rodeándonos, las Torres San Borja nos deleitaban con sus mosaicos luminosos y alguna que otra ventana cambiaba de color, nos encontrábamos justo en el centro del proyecto arquitectónico de los 70s que más nos marcó en el 2015, por lo menos a mí, ahí sus torres deliberadamente construidas, fríamente calculadas por los modernistas "duritos" que intercalaban las ventanas de forma obvia pero eficiente. Los mismos que construyeron las pasarelas meadas y rayadas; "nos desviamos" o algo así. Ahora en comodato de la Puc a menos que los que luchaban por ellas hayan conseguido algo. La Remodelación, la revolución, ya no me acuerdo de lo que conversábamos. A veces se veían estrellas, las únicas que se pueden ver en medio de Santiago Centro. A veces también recuerdo a la Ana robándose (disculpa la palabra fea) el afiche del libro de Vaisman y cuando lo salimos persiguiendo para hablarle sobre la Remodelación, creo que su correo nunca llegó. Recuerdo las guillotinas y el miedo que sentimos ante la idea que engendramos esa noche. Pero, sinceramente, lo que más recuerdo es el sonido de mis zapatos al subir por la plataforma de madera del Titanic, la sensación de sentarme sobre las piedras y las luces que, con un encanto melancólico (a menos que sea el valor agregado del recuerdo) nos alumbraban la noche, esas noches de cerveza, depresión, conversaciones tensas y la amable risa. (Y por supuesto, las bellas amistades y el porro)






27/09/2016; Recordando la vida de hace un año atrás.

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